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La Maltos


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Quizá una de las leyendas más apasionantes de México es, sin duda esta, cuyos hechos tuvieron lugar en el muy leal, noble, tranquila y aurífera ciudad de San Luis Potosí, capital del estado del mismo nombre y también cabecera del municipio de San Luis Potosí, que por sí solo es ya un hecho curioso, pues es el único caso en que la ciudad, el municipio y el estado llevan la misma denominación.
Desde su fundación, la ciudad ha tenido una población numerosa, porque a raíz del descubrimiento de las minas de San Pedro, muchos buscadores de oro llegaron atraídos por ello.

La ciudad fue fundada por el capitán Miguel Caldera, Don Juan de Oñate y Fray Diego de la Magdalena, quienes le pusieron el nombre que aún lleva en homenaje al Santo Rey de Francia.
Ellos trazaron los primeros lineamientos de la ciudad, la casa de Gobierno, los sitios destinados a parques y mercados, los jardines, la localización futura de las siguientes iglesias, la plaza de armas cuyo kiosko es único en la República pues está ahora totalmente hecho de piedra de cantera, aun cuando al principio su estructura era metálica.
Fue creciendo poco a poco hasta llegar a ser, allá por el año de 1700, una ciudad muy bella en donde tuvieron lugar los acontecimientos que se narran en esta leyenda. 

[. . .]

Las casas de techos muy altos, cuartos amplios, corredores, portales de arquerías, etc.
Fue una de esas casas precisamente, la que se destinó aunque de manera provisional, a las personas que tenían la desventura de caer en manos de los inquisidores, en donde eran interrogados, torturados y por fin recibían la sentencia que les aplicaban por herejía, lectura de libros prohibidos, prácticas de sectas religiosas, hechicería, etc.

Una mujer, dicen que de muchas agallas, conocida como La Maltos, tuvo su residencia oficial en la casa que acabamos de referir. Se decía que dicha mujer practicaba brujería, espiritismo, magia negra y otras costumbres nefastas, que por cierto, hoy en día no son perseguidas por ningún tribunal inquisitorio e incluso, se han hecho muchas investigaciones en torno a esas cosas.

Por paradójico que parezca, La Maltos llegó a obtener  mando de inquisidor que en aquellos tiempos significaba tener un inmenso poder, tanto que cualquier persona que esta mujer hubiera querido perjudicar, le bastaba con que le acusara de alguno de esos delitos tan perseguidos para hundirla, ya que sin mayor investigación, se le aplicaba primero tormento y posteriormente o era deportada o se le mataba en las mazmorras de dicho edificio, es decir, como también ocurría en la inquisición en nuestra capital mexicana.

El solo nombre de La Maltos infundía pavor, pues interrogaba a los acusados con lujo de crueldad y gustaba de sacrificar personalmente a sus víctimas haciendo gala de malas artes pues se decía que tenía pacto con Satanás. Por todo ello, la gente le temía, aún los políticos y personas de renombre, quienes preferían tener amistad con ella en lugar de correr el riesgo de ser enemigo pues ya fuera por medio de una acusación o bien por cuenta de sus brujerías, estaba en condición de perjudicar a quienes ella quisiera. 

Se decía que hacía aparecer en el interior de los aposentos a diversas bestias, como enormes caballos negros, perros de tamaño descomunal y hasta lobos, así como carretas con su tiro completo de caballos. Se cuenta que solía salir por las calles de la ciudad, por las noches, en un carruaje tirado por dos briosos caballos, lo cual hacía de la siguiente manera:

En el muro de su habitación dibujaba un coche tirado por dos caballos negros, luego se colocaba ella misma en el supuesto asiento delantero empuñando las riendas, pronunciaba unas palabras cabalísticas y orientaba a los caballos a arrancar. Entonces, todo cobraba vida, carruaje y corceles, mismos que en forma estrepitosa salían a rodar por las empedradas calles de la ciudad, sacando enormes chispas de fuego.
La gente se santiguaba mientras veían a La Maltos en desbocada carrera envuelta en llamas, mientras decían: "Ahí va La Maltos, la mujer infernal, la bruja..." 

Sus fechorías no tenían freno, a tal grado que se complacía en destruir altas personalidades pero, finalmente cometió un terrible error de funestas consecuencias; ocurrió que se extralimitó en una ocasión al sacrificar a dos personas de mucha influencia política y económica. Entonces el alto mando inquisidor dio la orden de arrestarla y llevarla a presidio en la ciudad de México hasta donde la fama de la mujer diabólica había trascendido. La policía rodeó la casa de La Maltos y las autoridades entraron a capturarla. ¡Nada podía hacer que escapara de aquella sentencia! La Maltos se refugió en su habitación y cuando llegaron hasta ahí tres oficialesde la policia, no tuvo más remedio que entregarse humildemente.

-Ha llegado la hora de perder, no puedo resistirme ante la fatalidad, aunque mis poderes no se han menguado, pues cuento con facultades que me han otorgado los dioses y está en mi lado destruirlos en este momento si así fueran mis deseos -dijo- No obstante, debo obedecer los mandatos de fuerzas superiores y me entrego a ustedes, solo quiero pedirles un último favor, una gracia.

Al ver la tranquilidad de La Maltos, quedaron asombrados los hombres que iban con la misión de aprehenderla. El jefe de la policía contestó:

-No es culpa nuestra, nosotros solo obedecemos ordenes superiores y de verdad le digo que en estos momentos no quisiera ser yo quien ejecute esa orden. Sin embargo, me ha tocado en suerte venir a realizar algo que no quisiera, presentarla ante la justicia mayor, para que sin duda se cumpla la sentencia a la que ha sido acreedora. La Maltos, con una impresionante calma sorprendió a sus captores, dijo:

-No tienen nada que temer y no se preocupen por mi, no cobraré ninguna venganza contra ustedes, pero el que haya sido el causante de mi mal tendrá que arrepentirse mil veces. En fin, cumplan ustedes con su obligación, el tiempo apremia, más les ruego que me cumplan ese último deseo: quiero dejar aquí, en este salón, un recuerdo imperecedero, haré un hermoso dibujo.

La hechicera, con el dedo índice de la mano derecha, trazó en la pared primero los contornos de una carroza, luego las ruedas, la portezuela así como dos enormes caballos negros que la jalaban. Al conjuro de unas palabras cabalísticas la carroza empezó a moverse. Sonriendo La Maltos volteó hacia sus aprehensores diciéndoles.

-Os invito a que viajéis conmigo por lo ancho y largo de los continentes conocidos.

Ante la mirada atónita de los hombres que armados, la iban a detener y quienes permanecían como clavados en el piso, subió ágilmente a la carroza y con un estruendoso latigazo puso en movimiento a los grifos y la carroza se fue perdiendo en el horizonte sin límites.

Jefe y ayudantes salieron despavoridos a narrar lo acontecido, pero, por supuesto, nadie dio crédito a sus palabras.

Lo cierto es que nunca más se volvió a saber de La Maltos... 
Fragmento tomado de :

D., L. F. (2009). San Luis Potosí y sus leyendas. San Luis Potosí: SEGE. p. 12 a 19


Derechos Reservados: de edición 2009 Gobierno del Estado de San Luis Potosí, Secretaría de Educación.
Imagen:  Derechos a su respectivo autor.

Equipo 1

Bernal del Morán Abraham Guillermo
Delgado Villasana Perla del Carmen
Gonzáles Díaz Adriana
Hernández Guerrero Silvia
López Carranza Angel Adrián
Miranda Rodríguez Miguel Ángel
Quintanar Buendía Eliseo

2 comentarios:

  1. No conocía esta leyenda, me gustó.
    Felicidades Chicos!!!!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por pasarse por aquí, maestra 😊. Nos alegra que le haya gustado la leyenda que encontramos relacionada a este patrimonio.

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